TODO lo que creemos saber, todo lo que experimentamos, se basa en suposiciones. El supuesto más básico es que hay una realidad última, objetiva, que existe. Eso, me parece, es una suposición razonable. El hecho es que la pequeña astilla de estímulos físicos que los humanos pueden detectar se filtra a través de nuestros sistemas sensoriales antes de que nuestros cerebros buscadores de patrones y amantes de los atajos los unifiquen como una construcción mental que llamamos “conciencia”.
Esta “realidad humana” es una mera sombra de la realidad última, pero parece que la evolución nos ha dotado de un sistema sensorial que detecta estímulos muy útiles. Lo que podemos extraer de la naturaleza, por el método científico, es lo suficientemente real como para generar innumerables tecnologías que sustentan a las sociedades modernas: tecnologías útiles, confiables, interconectadas. Claramente, ese pequeño fragmento de realidad que podemos percibir (o detectar con aparatos y aparatos) es un facsímil razonable de la realidad última.
Sin embargo, a pesar de todos nuestros avances e innovaciones, es posible que nunca sepamos qué es la realidad última. Podemos imponer definiciones a la realidad, pero nunca podemos saber realmente qué es realmente.
Entonces, cuando hablamos de evidencia, hechos, verdades, conocimiento, certeza, objetividad y prueba, estamos hablando de realidad humana , no de realidad objetiva. La realidad humana se basa en la existencia: sea lo que sea, exista o no exista. Podemos establecer la existencia de las cosas si sabemos cuándo, dónde y cómo buscarlas. Pero nunca podemos realmente ‘saber’ cómo son en realidad.
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Mientras escribo esta respuesta, miro por la ventana y veo mi árbol de papaya en el patio delantero, cargado de inmundas papayas verdes. Las hojas más jóvenes son de color verde verdoso; Los más viejos son marrones y marchitos.
Pero lo que veo tan claro como el día no es en realidad real: no de la forma en que es en realidad. Los átomos y las moléculas que forman ese árbol en realidad no tienen colores ni texturas. Lo que realmente está sucediendo es que estos átomos absorben y reflejan diferentes longitudes de onda de la luz que golpean las retinas de mis ojos y se codifican electroquímicamente en señales neurológicas que pasan a mi cerebro, que luego las ensambla y las unifica en un constructo mental que llamamos percepción o ” conciencia’. Esos colores y texturas que vemos? Construcciones mentales. En realidad no existen.
La prueba absoluta, última, requiere acceso a la realidad absoluta y última. Eso es algo que simplemente no tenemos. Operamos desde la realidad humana. . . que es sólo una sombra de la realidad última.