Para mí las máquinas son todas extensiones de humanos. Nuestra ropa, nuestras herramientas, nuestros hogares, nuestras computadoras, gafas, dispositivos médicos … Todos ya son una extensión de nosotros o una modificación de nuestro entorno.
Ya hemos incorporado máquinas en y alrededor de nuestros cuerpos. Usamos prótesis, marcapasos y lentes de contacto. Pronto usaremos de manera rutinaria cascos o contactos que nos ayuden a interactuar con una computadora (hoy tenemos esas computadoras en nuestras manos o hasta nuestra oreja, las usamos en nuestras muñecas o hablamos con ellas en nuestros autos). Estamos en la cúspide De la revolución de la “informática portátil”.
También nos encontramos ante un interesante desarrollo: las máquinas que operan para realizar tareas complejas en gran medida independientes del control humano. La era autónoma. Coches que se conducen solos, vigilancia en la que la propia máquina está mirando, sistemas con los que hablamos y que “entienden”. Tendremos la tentación de pensar en estas máquinas como algo más que extensiones de nosotros mismos, pero no serán sensibles: en su esencia, son herramientas tan inanimadas como nuestra ropa.
En el futuro, en algún momento, podemos crear una máquina verdaderamente inteligente. es difícil decir si estamos cerca, porque la ilusión de la sensibilidad se logra fácilmente incluso hoy. Es posible que no reconozcamos exactamente en qué punto nuestras máquinas ya no son “herramientas” sino “seres”.
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Nuestra eventual relación con este nuevo tipo de máquina será el resultado de cómo estas máquinas entran en el mundo. Pueden ser esclavos, simbiontes, amigos independientes o rivales. Sospecho que su naturaleza será un reflejo de nosotros mismos y nuestras prioridades como especie.