Siempre he pensado en algunas aplicaciones interesantes de la ciencia (incluida la ciencia social) a la filosofía. Por ejemplo, tener conocimiento de los sesgos cognitivos y las heurísticas verificadas en estudios psicológicos me ha ayudado a apreciar más el análisis de Heidegger del Ser en la vida cotidiana. Algunos estudios pueden aplicarse directamente en el análisis filosófico. Por ejemplo, en After Virtue de Alastair MacIntyre, considera el sesgo narrativo (es decir, generalmente enmarcamos nuestras vidas como una narración, una historia, con un principio y un final, con algunos dramas intermedios) y construye su definición de buscar la buena vida con virtudes en ello.
Para llegar a la ciencia “dura”, la neurociencia es uno de los campos prometedores para arrojar luz sobre la conciencia. Al comprender cómo las diversas partes del cerebro físico funcionan sincronizadas para producir experiencia, se han planteado serias dudas sobre el dualismo cartesiano. La neurociencia también está muy involucrada en la epistemología y la fenomenología, en la cual los estudios del cerebro complementan los estudios fenomenológicos sobre cómo se producen las experiencias de los colores y si la certeza del conocimiento es simplemente una oleada de neuroquímicos causados por otros procesos neuronales. Estos son campos nuevos con gran potencial y, desafortunadamente, no tengo suficiente conocimiento para seguir elaborando.