El concepto de Nietzsche de la recurrencia eterna no fue pensado como una hipótesis científica, y su valor no está en su pretensión de verdad. Imagínalo en su lugar como un experimento de pensamiento psicológico. Echemos un vistazo a la primera formulación de Nietzsche de la eterna recurrencia, en The Gay Science:
“El mayor peso. – Qué pasaría si algún día o noche un demonio te robara en tu soledad más solitaria y te dijera: “Esta vida tal como la vives y la has vivido, tendrás que vivir una vez más e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en él, pero cada dolor y cada alegría y cada pensamiento y suspiro y todo indiscutiblemente pequeño o grande en tu vida tendrán que volver a ti, todo en la misma sucesión y secuencia, incluso esta araña y esta luz de luna entre los árboles, e incluso este momento y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia se da vuelta una y otra vez, y tú, con él, ¡mota de polvo!
¿No te tirarías, rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que hablaba así? … ¿O qué tan bien dispuesto serías para ti mismo y para que la vida no ansiara nada más fervientemente que esta última confirmación y sello eternos?
Lo más importante para el experimento mental es si la idea resulta atractiva o no. Para Nietzsche, la aceptación de la recurrencia eterna es la reafirmación máxima de la vida; creía que un alma verdaderamente sana y vital amaría cada momento las dificultades y el sufrimiento. ¿Qué mejor manera de expresarlo, pero por querer repetirlo para siempre?
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