Creo que lo vio como la forma más alta de la vida debido a su visión del yo. Para él, los seres humanos son únicos debido a nuestra capacidad de sobresalir (ex istere) del momento presente e imaginar ciertas posibilidades de vida futuras. Nuestra capacidad para diferenciarnos del presente le da a la existencia humana un carácter temporal especial que Kierkegaard cree que los animales carecen. No tienen historias en nuestro sentido de esa palabra. Si observas los comportamientos de una determinada especie y analizas a sus ancestros dos o tres generaciones atrás, esos animales seguirían haciendo lo mismo. Pero los humanos tienen una historia impredecible y fluctuante que está llena de significado: tanto como especie como a nivel individual.
Esta capacidad de diferenciarse del presente, a la vez que nos distingue, puede causar todo tipo de problemas como la ansiedad y la desesperación, ya que podemos temer un futuro incierto o perdernos imaginando posibilidades sin tomar ninguna decisión concreta. Kierkegaard piensa que la vida religiosa resuelve estos problemas al reconciliar los diferentes aspectos del yo: es su carácter finito (historia, biología, etc.) así como su carácter “infinito” (el hecho de que nuestra conciencia no se puede reducir al momento presente). Lo hace basando la finitud de uno en Dios, viéndolo como un regalo en lugar de una restricción. Además, ayuda a uno a ver el futuro no como algo que se debe temer, sino como una tarea, una vocación dada por Dios.
También cree que el modo de vida religioso es coherente con otro aspecto de la existencia humana: su naturaleza apasionada. Kierkegaard cree que nuestra capacidad de anticipar el futuro a través de la imaginación nos permite proyectar una forma de vida que nos hará felices constantemente. Retoma la tesis platónica de que todos nuestros deseos estéticos, éticos e intelectuales están dirigidos en última instancia a una felicidad final. Este deseo se llama eros en los diálogos de Platón y la interioridad en los textos de Kierkegaard. El yo es esencialmente apasionado y el estilo de vida religioso es el mejor para cultivar esa pasión debido a su capacidad para dar sentido a una felicidad eterna a la luz de la propia eternidad de Dios. Ahora bien, este no es un argumento a favor de la validez de la religión, sino una afirmación sobre su compatibilidad con la naturaleza humana y la psicología.
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