Dales problemas para resolver. No les enseñe cómo, deles un problema, deles parámetros, y permítales tratar de encontrar una solución.
Enseñé talleres de arte a familias y niños desde los 2 años hasta los 15 años. Mi misión personal era no decirles cómo hacer algo, solo les di una idea de lo que tenían que lograr con herramientas y materiales específicos. Quería que encontraran su propio camino. No pudo haber intervención de un adulto y se ofreció ayuda, pero no se dio una instrucción clara. Y lo que era más importante para mí, no existía tal cosa como un error, podían hacer lo que quisieran y no habría juicio, sin importar lo que hicieran.
Una cosa que se destacó claramente fue que los resultados fueron extraordinarios, incluso cuando los adultos trabajaron en sus proyectos. No había control, y no había dos cosas iguales, eran altamente inventivas y únicas. Y, literalmente, se podía ver cómo se iluminaba la habitación cuando empezaban a llegar. Déle a la gente un camino, entréguelo sin la amenaza de una crítica o corrección, hágales saber que no hay tal cosa como un error, déles libertad para elegir su propia solución y los resultados pueden ser bastante notables.
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