Ciertamente hay problemas en la ciencia médica. Cuesta muchos millones probar que una sustancia es segura y efectiva. Las compañías farmacéuticas están dispuestas a gastar este dinero en sustancias sobre las que tienen patentes para que, si tienen éxito, puedan recuperar sus gastos y, con suerte, obtener ganancias. Pero si la investigación sugiere que una sustancia no patentable puede curar alguna enfermedad, no hay nadie para financiar los ensayos y la comercialización. Supongamos que alguien se encuentra con una tribu en América del Sur que se comió mucho de cierta flor y estaba libre de cáncer. Nadie financiaría la investigación sobre esa flor. Una compañía farmacéutica podría tratar de averiguar cuál era el ingrediente activo, luego desarrollar un medicamento patentable que tuviera una estructura química similar y luego realizar pruebas con su medicamento. El medicamento podría ser solo un 10% tan efectivo como la flor original, pero sería el medicamento el que se probaría y, si tuviera éxito, sería el medicamento que se presentaría a los médicos mediante una campaña de marketing, prescripción de ayudas, etc. No estoy culpando a las compañías farmacéuticas, si uno gastara su dinero en lanzar sustancias no patentables, cerraría rápidamente su negocio. Tal vez necesitemos una forma de otorgar una patente de “uso específico” sobre una sustancia existente o natural.
También hay modas o políticas en la ciencia que hacen que algunas preguntas no sean fáciles de formular, o al menos sean difíciles de formular. El cuestionamiento del calentamiento global se volvió muy insoportable, aunque ese debate se está abriendo. La investigación sobre el SIDA ya no estaba a la moda. Algunas preguntas sobre la raza o las diferencias de género deben formularse con mucho cuidado si se van a estudiar.
Las preguntas más difíciles de especular son aquellas en las que nadie ha pensado. Algunos de los descubrimientos más grandes no se relacionaron con la “pregunta” que se hizo: alguien notó una anomonía o curiosidad y dejó de seguir la pregunta que se suponía que debían responder para comprender la distracción. ¿Por qué los incas no hacían ruedas? Nadie hizo la pregunta correcta en ese momento. También debe haber cosas que nos faltan, con suerte se encontrarán en algún momento y la gente nos volverá a mirar y dirá: “Esos científicos del siglo XXI no fueron estúpidos, simplemente no hicieron la pregunta correcta”.
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