Lejos de ello, en lugar de eso, nos libera para preocuparnos por las cosas que realmente nos importan, con pasión, en lugar de las cosas que se supone que debemos preocuparnos porque la sociedad dice que deberíamos. Recuerde que no dice que debemos ser malvados, sino que debemos trascender las categorías artificiales (ya que éstas son creadas por la cultura y la sociedad y no provienen de una fuente divina) del bien y del mal. No podemos volver a una moralidad basada en el bien y el mal, sino que debemos crear una moralidad para nosotros mismos que se ajuste a los problemas de la modernidad.
No podemos comprometernos con todas las causas que provocan nuestra pasión y culpabilidad en estos días, a menos que solo nos comprometamos parcialmente con cada causa que nos pase. Este compromiso parcial con una multitud de causas no solo nos debilita, sino que elimina nuestra capacidad de efectuar cambios en aquellas áreas en las que estamos comprometidos. Entonces, para cambiar efectivamente el mundo de acuerdo con nuestra voluntad, debemos comprometernos con nuestra voluntad, y no con los caprichos de la compasión y la culpa.
Por encima de todo, Nietzsche quería que fuésemos efectivos, por nuestro propio bien. La experiencia constante de ineficacia nos hace mucho más apáticos que rechazar el “deber” impuesto por la culpa.
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