Sirve como una comparación, para que pueda juzgar el efecto de su experimento.
Supongamos que desea ver qué efecto tiene una determinada sustancia en una persona con una enfermedad. Establece un experimento en el que invita a participar a algunas personas con la enfermedad. ¿Cómo sabe que cualquier resultado que obtenga no es el resultado del efecto placebo?
Al dividir a los participantes al azar en dos grupos, un grupo experimental y un grupo de control. Lo mejor es hacerlo asegurándose de que los operadores del experimento y los pacientes mismos no sepan qué pacientes pertenecen a cada grupo. El grupo experimental recibe la sustancia, el grupo de control recibe un placebo.
Su resultado muestra que en el grupo experimental, el 47 por ciento de los pacientes tuvo alguna mejora en su condición, y que en el grupo de control, los resultados fueron casi exactamente iguales durante la vida del experimento.
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Su conclusión no es que casi la mitad de los pacientes se beneficiaron de la sustancia, una conclusión que podría alcanzar si no tuviera control, sino que la sustancia no tuvo un efecto mejor que el placebo. En otras palabras, lo que benefició a los pacientes fue la atención de los operadores del experimento, que mostraron un interés genuino en los pacientes.
Sin el control, podría haber anunciado resultados sorprendentes que de hecho no tenían ninguna base.