Los mitos más poderosos tienden a ser “etnocéntricos” o “antropocéntricos”, convenciendo a su público objetivo de su importancia. La teoría de la evolución, mal entendida, convence a la gente de que todo este proceso terrenal, desde la primera célula hasta la explosión cámbrica y durante 500 millones de años en adelante, ha sido un progreso hacia su objetivo final de la conciencia humana. Por ejemplo, es un error común pensar que los grandes simios son especies que “fracasaron” en convertirse en seres humanos. Hace cinco millones de años éramos como chimpancés. Ahora siguen siendo chimpancés. Pero tenemos celulares y satélites.
Los biólogos evolutivos saben mejor. Los chimpancés no dejaron de convertirse en seres humanos. Lograron convertirse en chimpancés modernos. La evolución no conoce jerarquía. Simplemente favorece a aquellas especies mejor adaptadas para procrear y sobrevivir. Y si la conciencia humana es tan especial, ¿por qué llevaría una evolución de 500 millones de años de prueba y error llegar a nosotros? La verdad es que estamos disfrutando nuestro día bajo el sol. El ‘mito secular’ de nuestra era, creo, es que hay una jerarquía en la vida y que estamos en el vértice de esa jerarquía en nuestra pequeña esfera de influencia. La idea de que podría haber mayor conciencia en algún otro lugar del universo es entretenida. Pero esto solo se suma al mito de que estamos en una especie de escalera mecánica cósmica que se mueve hacia arriba y hacia … hacia … hacia … que solo Dios sabe.