Esta es una pregunta que pertenece apropiadamente al dominio de la filosofía política, pero la abordaré desde la perspectiva de un pensador que tradicionalmente no se considera preocupado por la política.
Nietzsche sostendría que la realidad fundamental de la vida humana es la desigualdad. Algunas personas simplemente están mejor equipadas por la naturaleza para manejar las innumerables e inevitables dificultades y tragedias de la existencia. Por lo tanto, toda la sociedad y la cultura se resolverán automáticamente en una jerarquía natural liderada por los fuertes.
En la Genealogía de la moral , Nietzsche muestra cómo el hombre prehistórico (que condujo a los griegos primitivos y, finalmente, a los romanos) no tuvo compulsiones contra esta jerarquía natural y, de hecho, la alentó. Para ellos no había distinción entre libertad e igualdad. Había libertad, pero esa libertad se conservaba para los fuertes, los amos.
En otras palabras, la libertad consistía primordialmente en la libertad de imponer la voluntad de uno en los demás.
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Esto puede parecer duro para nuestros oídos modernos, pero este hecho básico de la psicología humana ha sido reconocido por diferentes culturas en todo el mundo, y (según Nietzsche y muchos otros pensadores en su estela) de hecho se ha celebrado como la verdadera conducción fuerza detrás del logro.
En el análisis de Nietzsche, el amo (y, con ellos, la noción de una jerarquía natural) fue derrocado por la revuelta de los esclavos en la moral. Los débiles emprendieron una guerra ideológica contra los fuertes y contra toda jerarquía basada en la dicotomía de fortaleza / debilidad. La sociedad ahora se ha convertido en una imagen de la moral de los esclavos, donde todos ganan una cantidad limitada de “libertad”, pero solo a costa de inhibir su singularidad, su individualidad, para no molestar a la “manada”.
En esta nueva sociedad, la libertad y la calidad pueden coexistir, pero Nietzsche argumentaría que la libertad ofrecida en estas sociedades (que él caracterizaría rudamente como sociedades esclavas) no era una libertad real (que, como hemos visto, definió únicamente como la capacidad de imponer la voluntad de uno en los demás y en la naturaleza) e incluso si lo fuera, era una libertad que era mediocre y embotada.
El análisis de Nietzsche se centra en cómo la moralidad maestra de la antigüedad fue derrocada por la revuelta de los esclavos en la moral, que cristaliza en la metáfora de la religión cristiana que se rebela contra la Roma imperial. El cristianismo, a los ojos de Nietzsche, fue la abolición de la jerarquía y la “nivelación” de toda individualidad a una unidad ante Dios. Se ha logrado la igualdad, pero a costa de la auténtica libertad del individuo.
Extendió este análisis y vio que este mismo impulso básico, fundamentalmente religioso (la igualación de todos ante alguna deidad, ya sea un Dios, un estado o una constitución) estaba funcionando bien en nuestro propio siglo.
Entonces, para resumir: la libertad y la igualdad pueden coexistir. Pero vale la pena investigar qué entendemos por libertad, su naturaleza como una virtud supuestamente pura y su relación fundamentalmente dicotómica con la igualdad.