Esta es una de las preguntas más fundamentales jamás formuladas. Los desafíos en sí son de muchos tipos: una invitación a participar en un duelo, una búsqueda personal para lograr algo que se desea, una actividad pródiga del juego o la lucha por víveres en áreas afectadas por la hambruna.
Pero en cada desafío, hay algo que la persona debe lograr, ya sea por dinero, fama, fortaleza, supervivencia, camaradería, ego o curiosidad.
Los seres humanos todos los días, a sabiendas o sin saberlo, aceptan tantos desafíos que la decisión de aceptar o rechazar un desafío es un aspecto importante de la conciencia humana y uno de los elementos cruciales de la supervivencia.
Es importante preguntar cuando los humanos no aceptan los desafíos: cuando sienten que toda la actividad para participar en el desafío es inútil e intrascendente.
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No tomemos un ejemplo de persona desinteresada que no tiene deseos de nada y sus puntos de vista son equívocos sobre todo lo imaginable. Él no tiene ningún ego y no tiene la percepción de que es único. Es muy difícil hacer que este tipo de persona acepte cualquier desafío.
¿Qué pasa si una persona es emocional? Puede que acepte el desafío, pero la determinación determinará si pondrá todos sus esfuerzos en el desafío. Cualquier determinación puede emanar solo de un fuerte deseo de lograr algo y arrancar para asegurarse de que no vacilará en el momento del calor. Por fin, debe tener algún tipo de ego: su ego puede centrarse solo en sí mismo, en sus seres queridos, en este país o incluso en ciertas ideas como la justicia.
¿Es posible que una persona que no tiene ningún ego adjunto al desafío lo acepte?
Si el desafío se toma con fines justos, el temple de la persona es enorme y las posibilidades de fracaso son nulas. Puede parecer extraño, al principio, pero si se evalúa correctamente, siempre hay una victoria. Si tiene éxito, la causa ha ganado.
Pero si falla en el desafío, su autoestima no se verá afectada. Una percepción entre los espectadores de que esta persona defendió la justicia, lo que agrega más fuerza a la causa. Incluso en su fracaso, hay una gran ganancia emocional para la causa.
Entonces, para resumir: aceptamos el desafío solo si sentimos que hay algo que lograr, son espectadores para ver el desafío y, si se los gana, los participantes tendrán algún tipo de placer emocional.
Un desafío para la causa ‘justa’ es el mejor desafío para aceptar y crea la historia para recordar.