¿Confucio dijo la Regla de oro antes de Jesús?

Confucio (y muchos otros escritores antiguos) enseñaron cosas que Jesús también enseñó. Desde China hasta Egipto, un flujo constante de paganos pronunció cosas que Cristo, siglos más tarde, también dirían. Entonces, ¿cómo pueden las enseñanzas de Cristo ser consideradas únicas si han estado surgiendo en diferentes culturas y civilizaciones durante cientos de años antes de su visita a la Tierra? Quizás este sea un buen lugar para preguntar: ¿Cuál es la alternativa? Como Bales señaló:

Si Cristo hubiera sido completamente original , habría tenido que omitir toda verdad que había sido revelada en el Antiguo Testamento, o que había sido discernida por la razón del hombre. Si hubiera hecho esto, su enseñanza habría sido inadecuada, ya que habría omitido muchas verdades morales y espirituales (nd, p. 21, énfasis añadido).

Jesús no vino a reiterar verdades antiguas, sino a sintetizar esas verdades en una unidad completa. Él encarnaba cada verdad espiritual que el mundo había visto o nunca vería. Como comentó Bales: “Cristo encarna todo el bien moral que se encuentra en otras religiones, y omite sus errores” (p. 7). En su carta a los cristianos en Colosas, Pablo describió a Cristo como “aquel en quien están todos los tesoros de sabiduría y conocimiento escondidos” (2: 3, énfasis añadido). Las enseñanzas de Cristo son como el oro; Se pueden encontrar pequeñas cantidades en casi todas las áreas del mundo, desde el agua de los océanos hasta el cuerpo humano. Sin embargo, para que ese oro sea utilizable, debe ser recolectado en una masa lo suficientemente grande como para refinarlo. Cristo es la “olla refinadora” de todo conocimiento y sabiduría, en donde la escoria del error se purga del metal precioso de la verdad divina. Mientras que pequeñas motas de Sus enseñanzas emergen de prácticamente todas las religiones, pueden refinarse solo cuando se reúnen en su totalidad en la esencia de Jesús el Nazareno.

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