Un hombre sincero debe conocerse lo suficientemente bien como para poder decir su mente y su corazón con sinceridad. Esta habilidad no debe darse por sentada y, a menudo, requiere mucha práctica.
Un tonto puede no haber desarrollado una relación consciente y honesta consigo mismo y, por lo tanto, puede que ni siquiera sea capaz de decir la verdad. Pero algunos tontos son hombres sinceros, no son estados mutuamente excluyentes.
Un hombre sincero sabe que no responder diplomáticamente a una pregunta no es lo mismo que renunciar a la información relevante de una parte con la que tiene una responsabilidad social (relación personal o simplemente cortesía), fiduciaria, profesional o acordada de otro modo. La elección de no divulgar información está dentro del derecho del hombre verdadero, siempre y cuando sea autónomo.
Un verdadero tonto queda atrapado en los enredos y no sabe cómo manejar sus habilidades de decir la verdad en las relaciones. Mantenerse fuera de peligro y no dañar a otros son habilidades muy valiosas que los tontos a menudo carecen.
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