‘Responsabilidad’ es una palabra cargada con muchas implicaciones. ¿Se supone que estos pensadores deben hacer algo después de reclamar la responsabilidad, si aún están vivos para ver las consecuencias de sus ideas, o pueden simplemente decir, ‘sí, mi mal’? ¿Deberían considerar y modificar (algunos dirían que son inválidos) sus ideas en consecuencia antes de divulgarlas o retenerlas por completo?
En todo caso, siempre que las intenciones y las primeras direcciones del científico fueran nobles (incluso si creían, simplemente, que hacían la mejor elección, aunque aún moralmente incorrecta, posible bajo las circunstancias) no tienen ninguna responsabilidad.
El problema es que nadie tiene el monopolio de la innovación y las ideas. Existe el viejo ingenio: “Si usted proscribe las armas, solo los forajidos tendrán armas”. Ese dicho es incluso más adecuado para describir ideas peligrosas que el controvertido tema del control de armas de fuego.
Imagínese genio tras genio creando un método atómico, y luego deshágase de la idea en secreto, sin querer ser parte en un asesinato en masa, ni siquiera dejar que nadie más lo sepa porque entonces aún tendrían culpabilidad. No importa lo inteligente que fueras, si pudieras conectar los puntos, alguien más también lo hará, eventualmente, y lógicamente, a los primeros usuarios de esa tecnología no les importará tanto como a ti la moralidad.
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Cada gran descubrimiento presenta un océano de posibilidades. Haces un gran avance que te deja aterrado de lo que encuentras en las aguas poco profundas, por no decir nada de las profundidades, y corres. Bueno, hay personas que no pensarán en tomar una expedición despiadada en la primera oportunidad que tengan, una vez que la descubran también. ¿Puedes cercar el océano? No, solo llama la atención. ¿Puedes intentar engañar a la gente diciendo: “hey, solo es un lago pequeño?” Funciona hasta cierto punto, y luego un día te despiertas y te das cuenta de que un grupo sin ninguna de tus limitaciones ideológicas ha descubierto la mentira y ha construido una nave de guerra mientras tu grupo todavía está remando en canoas.
Si un pensador tiene alguna responsabilidad, es establecer el tono y la dirección de lo que él cree que deben usarse sus ideas, no limitarlas. Si teme las consecuencias de largo alcance hasta el punto de mutilar o descartar sus ideas, está dejando que el mundo vuelva a tirar los dados sobre qué tipo de persona o grupo recibe la ventaja en esta tecnología, y sobre qué tipo de propósito impacta indeleblemente eso.