Las preferencias, es decir, las metas, son subjetivas. Dado esto, no tiene base para juzgar si las acciones de un hombre son racionales con respecto a esas preferencias subjetivas. Usted puede simplemente adivinar, o asumir (no siempre una buena suposición) que sus objetivos son los mismos que los suyos.
Supongamos que tenemos un alcohólico, que no hace daño a nadie más, pero que le gusta estar intoxicado y que, objetivamente, se está bebiendo hasta una tumba temprana. Se podría argumentar que se está comportando irracionalmente. Pero para hacer eso, primero debe sustituir sus preferencias (una existencia más larga y sobria), sus metas, su visión subjetiva de lo que debería desear, sus propias preferencias que se manifiestan por sus acciones deliberadas y no coercitivas.
Debemos tener cuidado, entonces, cuando hablamos de “racional” que no estamos usando eso como una cubierta para imponer nuestras propias preferencias. Esto era bastante común en la Unión Soviética, donde los disidentes políticos eran declarados mentalmente inestables, diagnosticados con enfermedades ficticias que solo parecían existir en la Unión Soviética, como “esquizofrenia lenta”, y basado en este diagnóstico, comprometido con instituciones mentales. ¿Sería un buen argumento decir que estos disidentes en realidad se hicieron más libres, ya que al cometerlos a la fuerza por ser irracionales, ayudaron a restaurar la racionalidad? No me gusta a donde lleva eso.
Al final, ¿qué tan libre puede ser un hombre si solo se le permite perseguir racionalmente los objetivos de otra persona?
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