O el escritor está deliberadamente leyendo a Platón en contra de sus intenciones (que debería explicar en otra parte) o no lo entendió en absoluto.
Para Platón, las leyes humanas (nomos) no son arbitrarias, sino que de hecho son expresiones de las leyes de la naturaleza (physis), lo que significa que el estado perfecto tendrá leyes que coincidirán con la forma en que la naturaleza quería que viviéramos. El estado que él propone, es un estado “natural”, un estado construido sobre la naturaleza humana.
A lo largo viene el filósofo, quien, en su infinita sabiduría (lo que aquí suena sarcástico es completamente serio para Platón) tiene una idea de los secretos más profundos de la naturaleza. Y a medida que entiende cómo funciona la naturaleza, tiene una visión anóloga de la naturaleza del hombre y de la política. ¿Por qué? Porque la naturaleza del hombre y la política son parte de la naturaleza. Así que el filósofo tiene intuición en ambos.
Combine esto con el dogma de que el que sabe bien solo puede hacer el bien y no puede hacer daño, y puede ver que el filósofo es el líder y guardián perfecto.
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En contraste, el poeta no tiene ninguna idea y trata de imitar aquello de lo que no tiene idea, al igual que describe al jinete sin montar a caballo. Esta afirmación intrascendente lo convierte en un líder pobre e incluso peligroso para el estado.
Lo que sea que Allan Bloom esté escribiendo, no es Platón. Tal vez sea una crítica de Platón, pero de ninguna manera lo que Platón quiso decir.